Problemas del CRUDO de hoy 2: tratar de leer el periódico.

~ ~
Quizás el único día que verdaderamente se disfruta el periódico es el domingo. 
Por eso la edición dominguera es gorda y pesa como un matrimonio. 
Se sabe que hasta el Supremo Creador se quedó el domingo encielado haciendo el “puzzle” y leyendo los “monitos”, por lo que nosotros, imagen y semejanza, aprovechamos para pasar las páginas del ocho-columnas con toda calma, ya sea en la cama, en el almuerzo, apoltronados en el sofá o allá donde se eximen los estómagos.
 
Por supuesto para el crudo leer es una faena complicada. 
Por el momento su concentración es la del molusco en conserva y las letras impresas le bailan la Macarena. A esas alturas sólo lee encabezados de 90Pt. 
Pero esforzándose para no dislocar el tan bonito cuadro familiar escoge una sección al azar: aviso oportuno, empleos. Y de pronto, como un flashazo, se acuerda de que el viernes por la noche en la fiesta anual de la empresa, vaso amplio en mano, corbata amarrada alrededor de la cabeza, se le acercó a un centímetro de distancia a la esposa del jefe y le dijo: “¿Sabías que tienes cara de cerdo?”.
 
Se inicia pues el estrés traumático al que precisamente no debe someterse ningún zarandeado heróico (crudo) con memoria chica, pues inmediatamente es víctima en muy diversas intensidades de temblores, fríos, calores, sudores varios, esfínteres dilatados, lágrima saltarina, espasmos, jaqueca en reversa y un remordimiento tipo fue-el-venado-el-que-jaló-el-gatillo del que no lo salva ni el Supremo (además el Don está leyendo el periódico).
Esperando lo peor, y sabiéndose tal vez despedido, nuestro crudo intenta leer el periódico hojeando el aviso oportuno. Salta de un anuncio a otro, hasta darse cuenta que en el noventa por ciento de los ofrecimientos sólo quieren menores de 12 años con un mínimo de 5 años de experiencia, de preferencia con maestría, para de ahí ganar una tercera parte de lo que él gana trabajando el doble de horas: “…interesados asistir al Estadio Azteca…”, inmueble donde a ver si caben los aspirantes.
 
Con los ojos desorbitados el crudo avienta el periódico. Para recobrar aliento su mujer se apiada y le acerca su pote favorito de alcohol industrial con sales minerales y alcanfor: el espantado inhala repetidamente. Una vez recuperado vuelve a tratar de leer el periódico para distraerse y dejar atrás los malos pensamientos, que con la cruda no sólo se agudizan, sino que se requeteagudizan. Ésta vez decide escoger premeditadamente el suplemento de sociales: nada como saber quién contrajo nupcias, o ver alguna inauguración de tienda departamental, o el bautizo de un bodoque con ropón de Batman para restablecer la calma. 

Sin embargo será en la tercera página de sociales, cuando de pronto se percata que sale en una fotografía rodeado de policías, mientras a pie de página se lee: 
“Borracho arruina fiesta anual de General Motors, planeada con seis meses de anticipación y a un costo de un millón y medio de pesos (pase a la página 6)”.
Repítanse los síntomas del estrés traumático mencionados arriba, ésta vez a una potencia mayor, sobre todo cuando nuestro ayer vivaz batracio cantarín trata de acordarse cómo diablos terminó en una fiesta de General Motors, donde él no trabaja.
 
Esto nos lleva a aconsejar al crudo de hoy que si se va a hacer guey con el periódico lea nada más el suplemento de farmacias.

Problemas del CRUDO de hoy: lidiar con los calcetines.

~ ~
Uno de los grandes problemas del crudo es lidiar con los calcetines.
Esto se debe a que, por más increíble que parezca, los calcetines tienen vida propia y piensan por sí solos, a mind of their own!
El problema comienza cuando el crudo, en cuya naturaleza la paciencia es poca, se dirige al cajón a buscar un par de calcetines. ¡Y héte aquí la lanzata en el divino costado!: ¿y el otro?
Por regla general los calcetines, como los senos, deben viajar en par.
Pero no: siempre hay uno de ellos, el jocoso o el payasete que se las arregla para burlarse del crudo tomando las riendas de sus hilos y con ellas gozar de una libertad que no le pertenece, o si nos queremos poner más warholeanos: ¡no hay nada más pesado que un calcetín terco en querer tener sus cinco minutos de fama!
Esto se solucionaría rápidamente si se tuviera un cajón exclusivo para calcetines. Sin embargo una persona que tiene un cajón dedicado solamente a calcetines la podemos descartar de la lista de crudos, pues regularmente se trata de gente de culete asmático, de las que seguro hacen balance de sus alegrías para no pasarse de la raya y ya tienen pagado desde hace mucho su cremación. Mientras tanto el crudo, que no está para bollos ni calcetines con atributos de escapista, revuelve su cajón en busca del pérfido desaparecido. La cabeza le da vueltas y el estómago le avisa que está por tomar una decisión más apremiante: voltearse.
Es aquí donde entra la recomendación de los expertos en el libre albedrío de los calcetines, un problema serio de carácter mundial: se debe buscar siempre en el lugar menos indicado, como por ejemplo atrás del tanque de gas, o adentro del motor del auto, o donde se guarda la vajilla bávara, regalo de la abuela, la misma que se quedó con la ponchera “por precaución”.
Ahora bien, las probabilidades de encontrar el maldito calcetín son proporcionales al tamaño de la cruda. Si nuestro postetílico mártir (crudo) todavía está color berenjena y se siente como lombriz rebanada, lo mejor es dejarlo ir al trabajo sin calcetines, total trabaja en la Secretaría de Agricultura y Pesca, a ellos eso de brincar charcos se les da, así que no los necesita.
(de los hoyos en los calcetines después hablamos).